El valor de la privacidad en los tiempos del 2.0

Hace no demasiado tiempo, quien ahora escribe estas líneas abrió un perfil en una red social llamada Facebook para poder estar en contacto con algunos de sus amigos más geeks. Cuando alguien le preguntaba qué era aquello del “caralibro” tenía que dar una respuesta que hoy nos sorprendería por ingenua: Facebook es una página que mezcla las funciones del correo electrónico y el chat con la posibilidad de publicar fotos, textos y vídeos para compartirlo con un grupo de amigos.

Unos años después, no me cabe duda de que esta red social es mucho más que eso y en el hipotético caso de que alguien no supiese qué es Facebook, tendría que darle una respuesta muy diferente: es una de las herramientas básicas de mi trabajo como Social Media Strategist, el mayor centro comercial del mundo, el posible futuro de la banca online, la empresa que compró Instagram por mil millones de dólares para hacerse con su base de datos y, en definitiva, una de las empresas que (junto a su máximo rival, Google) mejor sabe quién soy, qué me gusta, con quién me relaciono, qué estaría dispuesto comprar…


En los últimos cinco años, las redes sociales han pasado de ser una tendencia a ser un elemento clave para definir nuestra sociedad postindustrial, un espacio donde nueve de cada diez internautas (el 87,2% según el último Informe de INTECO) tiene una presencia activa clave para relacionarse con el mundo que le rodea. Es significativo que de esa mayoría de usuarios conectados a las redes sociales, casi la mitad mitad de ellos tenga restringido el acceso público a sus perfiles, mientras que aproximadamente una quinta parte afirme no saber qué hacen esas redes sociales con sus datos personales y un tercio diga al respecto que “les suena de algo”.

Pues bien, vamos a decirlo alto y claro: la mayoría de esas empresas y de las que ofrecen servicios gratuitos a través de la Red trafican con nuestros datos. Su modelo de negocio pasa por compartir con agencias de marketing y empresas la información personal que les proporcionamos (casi siempre dentro de los límites de la legalidad vigente, eso sí). Cualquiera que practique el egosurfing, es decir, la búsqueda de información personal en Internet, puede darse cuenta de ello.

En una época en que las empresas de Recursos Humanos usan las redes sociales para evaluar a sus candidatos y que tu jefe puede acabar siendo tu “amigo” en cualquiera de ellas, conviene ser conscientes de qué información de carácter personal estamos haciendo pública a través de los diferentes canales Social Media y como muestra, algunos botones:
  • Aproximadamente cuatro de cada diez usuarios de redes sociales han solicitado en alguna ocasión que borren o cancelen sus datos personales.
  • Una tercera parte de ellos encontró difícil ejercer el denominado “derecho al olvido” y borrar completamente los datos solicitados.
  • El 52,1% de los usuarios de Internet españoles proporcionaría su fecha de nacimiento sin ningún problema; sin embargo, el 60,1% no facilitaría su salario anual de ningún modo.
Tanto es así que el citado informe del Instituto Nacional de Tecnologías de la Comunicación nos divide en dos categorías:
  • Los usuarios cuidadosos (44,2% del total): suelen ser jóvenes, caracterizándose por la prudencia en la configuración de su perfil en redes sociales y su cautela a la hora de proporcionar datos personales.
  • Los usuarios no cuidadosos (55,8% del total): tienen un perfil de edad más avanzada y hábitos más relajados en lo que respecta al uso de redes sociales.
Yo creo -personal y profesionalmente- que ha llegado el momento de ser cuidadosos y pararnos a pensar antes de lanzar el próximo tweet o de actualizar nuestro muro o Time Line, que los tiempos han cambiado con la llegada del Big Data y las bases de datos cruzadas y que, tal vez, es el momento de plantearnos en qué canales Social Media queremos estar y qué queremos contar en cada uno de ellos -teniendo en cuenta qué empresas, gobiernos, novias, jefes, amigos y rivales pueden estar leyéndonos-.

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