Los nuevos escenarios de colaboración entre personas


Compartir y colaborar son dos términos que están sirviendo de base para muchas de las iniciativas más innovadoras que se han producido en los últimos años, y no sólo en las redes sociales. Aunque no podemos obviar que éstas han servido de inspiración -e incluso canal de desarrollo- para gran parte de estas ideas colaborativas.

Estamos hablando de crowdsourcing, cocreación, open innovation y otros términos que dan la bienvenida a las propuestas externas en las organizaciones. ¿Los objetivos? Avanzar, aportar, debatir, probar, fallar y probar de nuevo. Crear un ecosistema en el que tengan espacio las ideas y aportaciones de valor. Cabe destacar que en muchos casos se trata de empresas que echan abajo los muros que las separan del exterior para acabar con la opacidad y apostar por la transparencia.

En paralelo a estos conceptos han surgido iniciativas basadas en el peer-to-peer; en ellas, las personas establecen contacto entre sí para conseguir un resultado en el que todas ellas salgan ganando. Hay casos bastante conocidos, como puede ser el de Airbnb, que lleva tiempo postulándose como una alternativa barata a los hoteles (aunque el concepto está sufriendo algún revés legal).

Encontramos otro ejemplo que se está haciendo cada vez más conocido para el gran público en el car pooling, que consiste en que varias personas que probablemente no se conozcan compartan un viaje en coche y por tanto gastos. Blablacar o Amovens, por mencionar dos iniciativas, sirven de conectores para encontrar compañeros de viaje. En estos casos -y en muchos otros- la empresa desarrolla el rol de “facilitadora”. Desarrolla el escenario en el que las personas pueden establecer contactos colaborativos. Esto ha sido posible gracias a la tremenda evolución de los canales online en los últimos años.
Una economía más social

En este sentido destaca Friendsurance, una empresa alemana que ofrece los servicios de cobertura de las aseguradoras tradicionales pero incluye un componente social. En palabras de Tim Kunde, CEO de Friendsurance, el factor diferencial que aporta es la posibilidad de que los usuarios desarrollen redes sociales entre sí para cubrir las reclamaciones de coste reducido. Dos o más personas conectan mediante invitaciones y aportan una pequeña cantidad en caso de que alguno de ellos comunique un siniestro. La aseguradora sólo se hace cargo de la parte que exceda la cantidad depositada por los miembros de la red.

Es más, Friendsurance sostiene que devuelve parte de la inversión realizada a los asegurados. ¿Cuál es el truco? La propia naturaleza de la idea hace que se reduzca el fraude, ya que la cantidad percibida por el solicitante sale de los bolsillos de los miembros de su red (se desvanece el factor “estafemos a la empresa”). En el fondo, Friendsurance es pionera en su sector pero avanza a la par que otras empresas. Comunitae, que se presenta con el lema “No somos un banco… ni falta que hace”, sirve de hilo conductor para los préstamos entre particulares y promete a los inversores una rentabilidad de más del 5%.

Otro ejemplo: Puddle permite que varias personas formen un grupo y aporten pequeñas cantidades a un fondo común. Cuando uno de los miembros de la red necesite dinero, podrá sacarlo de la bolsa generada y lo irá devolviendo a la misma con un interés acordado por todos. De esta forma, todos los miembros terminan obteniendo un pequeño beneficio y cuentan con un fondo al que recurrir en caso de necesidad.

Las iniciativas mencionadas demuestran que estamos inmersos en un proceso de descentralización. Se acaba con la unidireccionalidad de relaciones (persona-banco, por ejemplo) para dejar paso a un sistema en el que contamos con la posibilidad de establecer los vínculos a nuestra conveniencia. Y, si es posible, realizarlos con personas de nuestro entorno, en las que confiamos. El desarrollo de escenarios colaborativos y su aceptación por parte de los usuarios no puede pasar desapercibida para las empresas. Se trata de una oportunidad de oro para acercarse al cliente, ofrecerle soluciones adaptadas a sus necesidades y ponerle en el centro de la acción.

Es muy probable que la confluencia de crisis económica y penetración de la cultura de las redes sociales haya modificado para siempre las relaciones humanas y nos hayan abierto los ojos a nuevas posibilidades que hace tan sólo una década nos parecían casi imposibles.

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