Inteligencia colectiva o estupidez colectiva, ¿dónde está la diferencia?


Inteligencia colectiva o estupidez colectiva, ¿dónde está la diferencia?
Juntos podemos tomar mejores decisiones en economía o política y evolucionar como sociedad, pero también puede suceder que fracasemos como grupo. ¿Cómo podemos fomentar la inteligencia colectiva? ¿Y cómo podemos evitar la estupidez colectiva?
Desde unas elecciones en política hasta un cambio estratégico en una empresa. El éxito en diferentes casos puede variar dependiendo de si las decisiones se tomaron de manera inteligente o no. Para ayudarnos a profundizar en los conceptos 'inteligencia colectiva' y 'estupidez colectiva', hablamos con Amalio Rey, fundador y director de emotools y profesor y consultor en nuevas tendencias en gestión de la innovación y la I+D.


¿Qué es la inteligencia colectiva?
Es un concepto resbaladizo. Para empezar, parece haber tantas definiciones de “inteligencia” como personas que las propongan. Mi forma de definir la “inteligencia colectiva” (IC) es esta: Capacidad de agregar las acciones y opiniones individuales de un grupo en una decisión o comportamiento colectivo. Como se ve, la IC es un tipo de “inteligencia social” que emerge de la interacción entre individuos. Por otra parte, el mecanismo que permite convertir las acciones individuales en colectivas se llama “agregación”. Sin agregación no hay IC porque tiene que haber alguna manera de combinar las preferencias individuales para traducirlas en un comportamiento colectivo.




¿Qué es la estupidez colectiva?
A más inteligente es un grupo, mejor “sabe escoger” entre alternativas, y más optimiza sus decisiones. Si pudiéramos comprobar en qué medida determinadas decisiones y juicios colectivos han sido los correctos (no siempre es posible porque a menudo se dan situaciones tan complejas que “lo correcto” es una categoría difusa), entonces podríamos saber si el grupo ha sido inteligente en un momento dado. Decimos que ha habido “estupidez colectiva” cuando un grupo toma decisiones o llega a juicios colectivos que van en contra de sus intereses. Siendo un poco exagerados en el término, es “estupidez” porque el grupo escoge mal o incluso elige la peor opción posible, que, como sabemos, a veces ocurre.


La inteligencia colectiva en la toma de decisiones

Siempre se ha dicho que el diseño por comité dificulta la toma de decisiones en cualquier empresa. ¿Qué diferencia hay entre el diseño por comité y la inteligencia colectiva?
Las críticas al “diseño por comité” son un tópico que, como tal, tienen parte de razón, pero es generalizar demasiado. Si entendemos por “Comité” un grupo de personas que toman decisiones en nombre de un conjunto mucho más grande, entonces habría que entrar más en detalle para saber si aquello dificulta o facilita. He conocido “comités” que han hecho un trabajo excelente, bueno, mediocre y espantoso. Hay que tener en cuenta que, por una simple razón de agilidad y eficacia, no siempre es viable tomar todas las decisiones en modo asambleario, y entonces hay que apostar por modelos representativos, o sea, personas en las que delegar algunas decisiones colectivas. Que éste sea un formato afortunado o no dependerá de muchos factores, pero básicamente de dos: selección de participantes y mecanismos de agregación.
La inteligencia colectiva es un desafío de diseñoRespecto del primero, la selección de participantes, invito a que nos hagamos preguntas como estas: ¿Cómo se seleccionan los miembros del comité? Porque ya sabemos, por Inteligencia Colectiva, que “Garbage IN, Garbage OUT”. ¿Están representadas todas las sensibilidades relevantes? ¿Hay suficiente diversidad? ¿Qué legitimidad tienen? ¿Meritocracia o dedocracia? En general prefiero la “auto-selección”, o sea, una convocatoria abierta y que participen los que quieran y puedan. No filtrar de entrada, sino que el filtrado se produzca por decantación meritocrática, aunque también soy consciente de que esa no es siempre la mejor opción, ni la más práctica.
Respecto del segundo punto, habría que ver si el mecanismo de agregación elegido se adecúa a la naturaleza del desafío, o sea, si el “diseño de interacciones” que fija las pautas de trabajo del grupo contribuye a que el grupo actúe colectivamente de un modo inteligente, en vez de generar disfuncionalidades como el pensamiento de grupo (Groupthink) u otros sesgos que habitualmente se achacan a los famosos comités.


¿Qué hay que tener en cuenta a la hora de diseñar arquitecturas participativas?
Es una pregunta difícil de contestar en la extensión que permite una entrevista. Llevo tiempo investigando en esto, y ahora estoy en pleno proceso de escribir un libro sobre el tema (mis avances los voy compartiendo en este blog). Siempre existe el riesgo de “estupidez colectiva” pero se puede atenuar bastante si hacemos las cosas bien. Por eso, la hipótesis central del libro que estoy escribiendo (y en la que se centra mi charla de Zinc Shower) es que la Inteligencia Colectiva hay que verla como un “desafío de diseño”, porque hay una serie de atributos de diseño que se repiten en los buenos proyectos participativos.


Siendo breve, te comentaré cuatro de ellos. Por ejemplo, crear mecanismos para reforzar la responsabilidad individual de los participantes me parece de las cosas más importantes. Tiene que haber por parte de ellos un esfuerzo inicial de adquirir la información por su cuenta, y hacerse una idea personal, propia, del problema. Otro tema relevante es proponer una estructura de motivaciones balanceada, con una propuesta de valor que dé respuesta tanto a las expectativas del “gen egoísta” como del “gen social”.Las discrepancias ayudan a tomar mejores decisiones en un grupo. La diversidad es otro factor crítico. Cuando los responsables de tomar decisiones se parecen demasiado, tienden más al Groupthink, así que hay que forzar “por diseño” la presencia de puntos de vista minoritarios y discrepantes. Y por citar uno más (aunque hay muchos), insisto siempre en la necesidad de introducir estructura y orden, unas pautas, para que la Inteligencia Colectiva pueda escalar dentro de unos márgenes razonables de eficiencia, y no haya tanto desgaste. Se necesita un lenguaje común, unas categorías negociadas, unos estándares que permitan agregar, una normas de gestión comunitaria y una asignación de roles dentro del grupo.

La inteligencia colectiva en la práctica

Mascha Tace | Shutterstock
Mascha Tace | Shutterstock


¿Algún ejemplo práctico de lo que puede conseguir la inteligencia colectiva en un proyecto? ¿Alguno de ellos en España?
Un problema que me estoy encontrando es que la IC sufre muchísimo con el escalado, y no te creas que hay tantos proyectos que logren conciliar crecimiento y eficacia. En iniciativas de aprendizaje sí, es más fácil; pero el problema se da con las llamadas “comunidades de producción” o proyectos que se plantean como objetivo la acción colectiva. A gran escala te encuentras proyectos icónicos como la Wikipedia o las comunidades de software libre tipo Linux. La Wikipedia es una metáfora colosal del poder de la IC, y al mismo tiempo un ejemplo muy sofisticado de diseño optimizado que parece hacer milagros entre tantos fracasos. En política se está experimentando con modelos participativos en clave de IC, pero otra vez vemos que el aumento de tamaño tiende a desnaturalizar la intención de promover modelos de autonomía genuina.


En sistemas a escala la agregación de preferencias muestra muchos defectos porque los costes de coordinación se disparan. OJO, quiero evitar una lectura fatalista de lo que estoy diciendo, de hecho ya afirmé que buena parte de esas imperfecciones se pueden atenuar con un buen diseño, pero no dejo de reconocer que el reto del escalado es mayúsculo cuando hablamos de Inteligencia Colectiva en términos realistas. En fin, podría ponerte muchos más ejemplos de proyectos pero, si no te importa, prefiero dejar abierta la pregunta, que los lectores miren a su alrededor y saquen sus propias conclusiones.


¿Todas las empresas pueden aplicar la inteligencia colectiva? ¿Por qué?
Las empresas, como colectivos al fin que son, tienen siempre algún grado de IC. En todas ellas se agregan decisiones que repercuten en sus miembros, salvo aquellas donde todas las decisiones las tome una única persona, pero en las empresas modernas eso no suele ocurrir porque las exigencias del mercado obligan a algún grado de reparto del poder. Así que el reto, en rigor, no es “aplicar” la inteligencia colectiva, sino “aumentarla”, “mejorarla”, porque a nadie se le escapa la creciente complejidad de los retos actuales, cuya solución sería más factible si se aprovecha mejor el talento distribuido. Pero para eso, como ya he dicho, hay que hacer las cosas bien, adoptando algunas de las recomendaciones de diseño que he comentado antes.



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